domingo, 16 de abril de 2017

Triunfo Arciniegas / Diario / Crónica

Agapea
Palma de Mallorca, 2017
Foto de Triunfo Arciniegas

Triunfo Arciniegas
Crónica
Palma de Mallorca, 16 de abril de 2017


Me acordé de una frase que contradice todas mis reflexiones de ayer: "Cuando uno viaja, el hogar se queda en casa". La verdad es que no vale la pena viajar con nostalgia. Cuando vivía en Bogotá extrañaba demasiado a René, que entonces era un niño: tenía pesadillas y sufría mucho. Hasta que reconocí que no podía seguir así y me impuse la tarea de no pensar. Lo he conseguido a medias.

La frase contradice mis reflexiones en cierta forma, porque ayer me estaba refiriendo sobre todo a la ilusión de otra persona que hiciera las cosas por uno durante los viajes, pero de manera mágica, sin instrucciones, como si uno mismo se encargara de la tarea. Como si uno mismo se hubiera quedado en casa.


Volví a leer de un día para otro y con el mismo regocijo Crónica de una muerte anunciada. ¿Tercera o cuarta vez? La novela es un trabajo de relojería, una lección de escritura. Cinco capítulos redondos, cada uno con una temática precisa: la escaleta, un recurso que García Márquez aprendió del cine, es perfecta. Me encanta la precisión de las palabras, me encanta la economía del lenguaje: no sobra una sola frase. ¿Alguien habrá escrito sobre el uso del adjetivo en la obra de García Márquez? En este arte, Borges es simplemente genial. 



Sucede que encontré la bella edición de Crónica del Círculo de Lectores en una feria del libro que armaron en Jardines de la Misericordia, a unos cien metros de donde me hospedo en estos días, y decidí aprovechar la ocasión para una relectura. Suspendí el paseo por Palma y vine casi corriendo a casa con el manjar. Ha valido la pena, por supuesto. Estoy pensado en leer por octava vez Cien años de soledad, y ojalá en portugués o en francés o, por qué no, en italiano. Necesito meterle el diente a estos idiomas, que usaré en la medida de mis posibilidades en el próximo viaje. 

Mañana se cumplen tres años de la muerte de García Márquez. Leerlo es el homenaje obvio. Leerlo es regocijo puro.



Crónica de una muerte anunciada no es la única joya que he comprado. Ahora estoy devorando una biografía de Marlon Brando. Aunque no es un gran libro, me resulta divertido. De hecho, compré dos biografías de Brando en seis euros. Y la lista apenas empieza: dos novelas de Sándor Marái, la primera de Jonathan Safran Foer, Todo esta iluminado, unos cuentos de Fernando Iwasaki que andaba buscando, la trilogía de Stieg Larsson para regalar en Palma, Paseos por Berlin, de Franz Hessel. Y la joya de la corona: ayer conseguí, en la sección de novedades de Agapea y por casi treinta euros, Diarios completos, de Sylvia Plath, publicado en Barcelona hace cinco meses por Alba Trayectos. Nunca estarán completos estos diarios. Ted Hughes, su marido, destruyó el último cuaderno, por obvias razones, y hay otro "desaparecido". No hay una sola entrada de los últimos siete meses de vida. El diario concluye cuando Sylvia Plath aún vivía con Ted Hughes. Sin duda se perdieron páginas desgarradoras. Ted Hughes se fue a vivir con otra mujer y Sylvia Plath se quedó sola con Nicholas y Frieda, sus dos pequeños hijos. Una cruda mañana del invierno del 63, en Londres, puso a salvo a los niños, abrió la llave del gas y eso fue todo.

El marido vale huevo. ¿Pero qué pasó con los niños? Nicholas Farrar Hughes Plath fue un hombre solitario y maníaco depresivo, se refugió en Alaska como profesor de Ciencias del Mar y se ahorcó en su casa en 2009. Había cumplido 47 años. Nunca se casó ni tuvo hijos. Frieda Rebecca Hughes Plath, escritora y columnista, sobrevive pesar de sus trastornos depresivos, la anorexia y la esclerosis múltiple. Hace unos días cumplió 57. Vida  malparida.

Cito el tercer párrafo del prólogo de Karen V. Kuril: "Los dos diarios que Plath escribió durante los últimos tres años de su vida no están incluidos. uno de ellos "desapareció", según cuenta Ted Hughes en su prefacio a la edición de Frances McCullogh, Journals of Sylvia Plath (Nueva York, Dial Press, 1982), y no ha aparecido hasta la fecha. El segundo "cuaderno con el dorso marrón", que contenía las entradas hasta tres días antes del suicidio de Plath, fue destruido por el propio Hughes."



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