jueves, 5 de noviembre de 2015

Triunfo Arciniegas / Diario / Prisionero en La Habana

El grito
Arte callejero
La Habana, 2015
Fotografía de Triunfo Arciniegas

Triunfo Arciniegas
Prisionero en La Habana
La Habana, 5 de noviembre de 2015


Una semana incomunicado en Cuba me tiene al borde de la desesperación. Para acceder a internet se precisa de un hotel de cinco estrellas. Y se trata de un servicio caro, malísimo y censurado. Compré una tarjeta y en una hora de intentos no logré absolutamente nada con mi celular. 

En un computador del hotel, no pude entrar a Yahoo ni a Gmail ni a Facebook. En todos me advirtieron sobre los piratas informáticos deseosos de acceder a mis claves. Pura mierda: se trata de censura.

Así que finalmente me gasté la tarjeta leyendo El País, de España. De los seres queridos no supe de nada. Ni pude hacerles saber nada.

¿Cómo se sentirán los pobres cubanos con más de medio siglo de censura? Censura y hambre y vigilancia. Un cubano, como niño chiquito, debe pedir permiso para salir. Y rara vez le dan permiso. Debe cumplir condena de por vida en Cuba sin saber su pecado. Para vivir en La Habana, según entiendo, un cubano de provincia necesita un permiso especial. Antes los cubanos no podían entrar a los hoteles cubanos y creo que no podían acercarse a ciertas playas. Un cubano ni siquiera pasea por su propio país. Yoani Sánchez cuenta la anécdota de una pareja que se fue a recorrer el monte y terminó detenida. El monte pertenece al Estado. Donde antes hubo una fábrica ahora hay un edificio abandonado. Pertenece al Estado, seguramente. Hay latifundios donde crece la maleza: los he visto con estos ojos. Pertenecen al Estado. 

Es como morir de sed contemplando un vaso de agua.

Maldita sea.


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