sábado, 17 de enero de 2015

Casa de citas / Manuel Rodríguez Rivero / Citas no siempre citables

Borges
Poster de Triunfo Arciniegas
Manuel Rodríguez Rivero

Citas no siempre citables
Límites


Y, hablando de citas, ignoro si Monago se escribe sus discursos o si tiene a mano un letraherido encargado de buscarle las referencias culturales cosmopolitas (ya nadie se acuerda de Gabriel y Galán: “señol jues, pase usté más alanti” y toda aquella antigüedad) tan necesarias en la época de la globalización. En todo caso, en España nunca han proliferado esos estupendos diccionarios de quotations a los que son tan aficionados los anglohablantes y que sirven para todo tipo de rotos y descosidos. 
Universidades prestigiosas como Yale, Oxford o Cambridge publican periódicamente una nueva edición de los suyos, siendo muy consultados por quienes desean sembrar en sus discursos píldoras de sabiduría o gracejo ajenos. A veces esos vademécums corrigen citas mal citadas: Sherlock Holmes nunca dijo “elemental, mi querido Watson” y Rick Blaine nunca le pidió a su pianista “play it again, Sam”, al menos de ese modo. Y es que es muy habitual que la gente se invente citas ingeniosas y se las atribuya, con anécdota añadida, a autoridades famosas por su ingenio. 
En el mundo hispánico, Borges es, junto a Quevedo, uno de los autores a los que más se le atribuyen. Hace poco un amigo argentino, y fan de Sergio Chejfec, me contó una apócrifa del autor El Aleph según la cual a un acompañante que, durante un paseo, le daba la vara insistiéndole en que en los últimos cien años la humanidad había hecho grandes conquistas en el conocimiento del tiempo, Borges replicó que no le extrañaba, porque en los últimos cien metros él mismo había hecho grandes conquistas en el conocimiento del espacio. 
A propósito de tiempo y espacio, y de su carácter relativo, estos días abro de vez en cuando las páginas de Albert Einstein, el libro definitivo de citas (editorial Plataforma) y leo al azar alguna de las más de 1.500 del científico cuidadosamente documentadas y recogidas por temas y apartados (desde el patriotismo a los judíos, pasando por Dios o la educación). Mis preferidas son algunas de las más célebres: la que afirma que la imaginación es más importante que el conocimiento (mejor que lo diga un científico que un novelista) o que la diferencia entre la estupidez y el genio reside en que el genio tiene sus límites. Por cierto, a ver cuándo se atreve algún editor con las citas del presidente Monago, que quizás dieran para otro pequeño libro rojo de venta más limitada que el de Mao.
17 de enero de 2015


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