sábado, 31 de agosto de 2013

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Dharmadeva
SUMERCÉ

¿Y sumercé por qué no me contó que se había muerto?





29 Jul 2013 - 11:20 pm

Dharmadeva

Se cayó el sistema

Por: Dharmadeva

Esperanza tomó el turno número 47 hace tres horas en la oficina de la EPS. Su marido está en la cama de su casa aguardando a que le autoricen la medicina que le quita el dolor insoportable.



Van en el número 44, y ahora el 45, y el señor del 46 se está demorando un poco. Suena el biiiip del siguiente turno y cuando Esperanza llega a la ventanilla, la encargada del sistema le ofrece un destemplado “a la orden”. La señora explica el caso, solicita la autorización de la medicina salvadora, la chica del mostrador digita algunas cosas y, sorpresa, mira a los ojos a Esperanza y le dice para que todos escuchen la noticia: “Se cayó el sistema”.
De la concurrencia de medio centenar de personas hacinadas en la sala de espera, se eleva un barullo de voces, papeles, golpes de puños contra los asientos, quejas y protestas. Pero el murmullo muere; todos saben que no hay nada que hacer contra el sistema. No se puede acudir a archivos físicos, no hay papel que respalde los procesos, el sistema es una cosa anónima, inaccesible, impersonal, que repta por entre los cables y las máquinas. “Vuelve por ahí en dos horas, a ver si ya te puedo colaborar”, le dice el apéndice humano del sistema a Esperanza, que se ha quedado muda de impotencia.
En realidad Esperanza está de buenas porque le pueden “validar” la información. Pero para Rosendo, del Sisbén, anciano pobre que necesita su medicina de control de la epilepsia, la situación es otra. Acompañado de una sobrina adolescente que le ayuda a veces, se acerca a la ventanilla de vidrios engrasados por múltiples narices, dice su nombre y cédula y explica que necesita su fármaco de siempre. Detrás del mostrador está el muchacho con el pelo a lo mango chupeteado que le explica a Rosendo: “No aparece en el sistema”. El anciano no entiende bien la cosa y le insiste al muchacho que como ya lo ha visto desde hace dos años mensualmente y lo conoce, de todas maneras le gestione el asunto. Pero el joven insiste: “No aparece en el sistema”. La sobrina, que entiende del asunto y que ha vivido desde siempre en el universo digital virtual, deja sentado a su tío en una sala y busca una oficina en donde diga “Sistemas” y la encuentra. Entra sin avisar, se presenta y le pide al técnico con ínfulas de ingeniero que le ayude a mirar qué es lo que pasa.
El técnico y la sobrina de Rosendo Ingresan al sistema del Sisbén, miran aquí y allá, no encuentran al paciente, buscan en una página general del Ministerio de Salud, entran a las bases de datos de la Gobernación, investigan en Facebook por si acaso, especulan qué pudo haber pasado, hasta que al técnico se le ocurre entrar a la página de la Registraduría y digitar el nombre. El sistema arroja el dato: Rosendo Sarmiento Pérez falleció el 19 de julio de 2013 en Zipacón. “Ya lo entiendo todo”, dice la acompañante de Rodolfo, que sale a donde su tío está sentado, lo mira, se le escurre una lágrima y pregunta: “Tío, ¿y sumercé por qué no me contó que se había muerto?”



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